Vuelvo a publicar esta nota del libro “COPIA ESTE LIBRO” con licencia Creative Commons, de David Bravo el autor, abogado y experto en derechos de autor, que habla del P2P y de los derechos de autor en libros, música, videos, cine, etc. y es que ante tanto ataque de la industria del cine, música, software, etc. sobre lo que está por internet, puede llegar a hacernos dudar si esta bien o mal descargar algo, LO MEJOR ES INFORMARSE ANTES DE OPINAR, este libro te abrirá los ojos sobre este tema.
En el libro, se desmontan las tesis que criminalizan y califican de piratas a quienes comparten cultura, y se aportan datos que avalan la legalidad, y conveniencia, de las descargas de obras culturales.
Hemos visto como Taringa, Cuevana, Thepiratebay, Rojadirecta, Megaupload, etc. han sido atacadas con las inadaptadas leyes vigentes en curso, en favor de las industrias. En fin solo voy a poner unos fragmentos del libro para quien quiera tener una somera idea del libro en PDF (2 MB), que lo descargas mas rápido que lo que tardas en leer esto:
Los derechos de autor nacieron con la invención de la imprenta. En aquellos tiempos, el control de la expresión de las ideas era fácil porque muy pocos podían costearse los instrumentos necesarios para multiplicar las obras. Era a los que podían, a los editores, a quienes iban dirigidas estas leyes. Los ciudadanos no eran los destinatarios de las obligaciones y prohibiciones de los derechos de autor porque la posibilidad de reproducir obras intelectuales no estaba en sus manos.
Los avances tecnológicos ponen eso del revés. Las fotocopiadoras, los casetes y ahora los ordenadores e Internet han convertido en vapor la ya de por sí inmaterial obra intelectual. La posibilidad actual de hacer copias rápidas y baratas hace que hoy las leyes de propiedad intelectual tengan como principales destinatarios no a los editores sino a los ciudadanos.
La propiedad intelectual se ha volatilizado y se escapa entre los dedos de los que ayer la controlaban. Para frenar esa situación las leyes fingen sólido lo que es gaseoso y convierten en propiedad privada algo que no se puede poseer.
Bajo la careta de la defensa de los derechos de los autores se encuentran las empresas que más han hecho por esclavizarlos. Tras el lema “protejamos a los creadores” hay realmente un ansia privatizadora en la que la persecución a millones de ciudadanos por el intercambio en P2P es sólo una batalla más de las muchas que se están librando.
El principal problema con el que se encuentra este afán privatizador está en la intangibilidad de las obras intelectuales. No todo es susceptible de ser una propiedad privada. De hecho, la propiedad intelectual es una ficción. Las leyes pretenden el imposible de que alguien pueda apropiarse de algo inmaterial como quien se apropia de un coche o de una casa. Cerrar la puerta es una forma muy sencilla de impedir a los demás el uso de mi vivienda, pero ¿cómo hacer eso con una canción que no está en ninguna parte y en todos sitios?
Podríamos hacer leyes que dijeran que el aire es una “propiedad especial”, como lo es la intelectual, pero eso no impediría que la práctica común chocara con ese invento legal. Y eso es justo lo que ocurre hoy con la propiedad intelectual: la realidad social vuelve del revés a unas leyes que pretenden proteger un interés que se basa en una fantasía.
Por más que los fanáticos del copyright se empeñen, la propiedad intelectual no puede compararse con el resto de propiedades sobre objetos materiales y tangibles. Las segundas son susceptibles de ser apropiadas, pero no las primeras. Las segundas son usadas por una persona con exclusión de las demás, mientras que las obras intelectuales pueden ser usadas por todos sin excluir a nadie.
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Tal y como se explica en el libro Free Culture, cuando los hermanos Wright inventaron el aeroplano, las leyes estadounidenses, redactadas en los tiempos en los que la posibilidad de volar era ciencia ficción, establecían que el dueño de una propiedad poseía, además de la superficie, todo lo que hay arriba “hasta una extensión indefinida”.
Esta ley que extendía teóricamente la propiedad hasta las estrellas y más allá, chocaba con la nueva realidad que suponían los aviones. Estos aparatos, inimaginables hacía solo unos pocos años, violaban el derecho de propiedad cada vez que sobrevolaban tierras ajenas.
Los granjeros Thomas Lee y Tinie Causby, estaban enojados porque los aviones militares volaban demasiado bajo, así que demandaron al gobierno por allanar sus propiedades. El Tribunal Supremo admitió que existía la doctrina que establecía que “la propiedad se extendía hasta la periferia del universo” pero dijo que esa doctrina no tenía cabida en el mundo moderno.
Para el tribunal : “el sentido común se rebela ante esa idea. Reconocer semejantes reclamaciones privadas al espacio aéreo bloquearía estas autopistas, interferiría seriamente con su control y desarrollo en beneficio del público, y transferiría a manos privadas aquello a lo que solamente el público justamente tiene derecho”
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La amenaza, el coscorrón y la invitación al miedo son los recursos más utilizados por los expertos en amaestrar ciudadanos y domesticar ideales. Bien sabe el poder que el terror es la mejor arma de control. Bien sabe el poder que la porra no llega tan lejos como el miedo a la porra.
Cada uno sacará su propia conclusión, yo solo quiero contribuir a hacer llegar mas información para no equivocarnos, y este tipo de información “casualmente” es la que estas industrias no quieren que se distribuya para seguir manteniendo sometida a la “manada” .
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